y ….. Vittorio Storaro, la fotografía de Bertolucci
marzo 5, 2007, 11:46 am
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El italiano Vittorio Storaro es uno de los directores de fotografía más influyentes y originales de la historia del cine. Durante sus 35 años de carrera se ha dedicado a investigar para reinventar la fotografía cinematográfica desde distintas disciplinas. Inspirándose lo mismo en Caravaggio que en Magritte, en Dalí que en Walt Disney, en Platón que en Wittgenstein.

El conformista fue el primer éxito comercial conjunto de Bernardo Bertolucci y Storaro, su fotografía le convirtió en una gran influencia en cuanto a su estilo, diseño y uso del color. A este le sucederían otras dos colaboraciones El Último Tango en París y Novecento donde ya aparece el Storaro conocido por todos con ese juego de claro-oscuros y el desarrollo de su teoría de los colores.

Partiendo de sus primeros trabajos juntos, La Estrategia de la araña, Storaro ha profundizado en toda su obra en la sombra como metáfora del inconsciente. La sombra absorbe la luz y la guarda para sí, se convierte en símbolo de nuestro inconsciente que incluye a nuestro yo interno a través de nuestro yo externo.

Es el caso de El conformista, la sombra representa para el personaje principal un lugar para esconderse, para ocultar su naturaleza verdadera. El paso intermedio entre la sombra y la luz es la penumbra, que se convierte en símbolo de la posibilidad de comunicación y de la armonía entre los elementos. El uso de la penumbra simboliza la unión, la armonía entre dos elementos (así lo vemos en El Ultimo tango en París, en las secuencias en que se ilustra la relación entre los personajes que interpretan Marlon Brando y Maria Schneider).

Parte importante a la hora de revisar su trabajo son los colores, estos simbolizan las etapas de la vida a través de la luz. La gama de los colores va del negro que representa la presencia y la negación del cuerpo, del principio y del fin. El rojo es el color del contacto divino, el pasado, el principio ejecutor de todas las cosas, es el primero de los colores primarios, forma la vida, la luz, la energía. El naranja ensalza la pasión, la sensación y la conciencia (este es el color más usado en El Último Emperador o en El Cielo Protector). El amarillo es el color del conocimiento, representa ese paso fundamental en la vida que marca el abandono de la inocencia para llegar a la madurez; es intuición, sugerencia, afecto; es el color de la luz, el mito, el sol (presente en El Último Emperador o El Pequeño Buda).

El gris es un color indefinido, marca la frontera entre dos áreas; es el color de la pérdida, la espera, la reflexión antes del principio de una nueva vida. El verde es la pasión y la razón, el pasado y el futuro. El azul expresa la forma máxima de la inteligencia, que es la libertad (y es, naturalmente, el color dominante de La Luna), y es el perfecto complemento al amarillo; es el color del futuro. El añil es el color de la madurez, la energía, el logro de la vida material, comienza la fase equilibrio entre la pasión y razón. El morado sería el color del ciclo de la vida. Y por último el blanco es el color del pasado, en él están todos, es la suma de todas las edades, y representa la unión y la minuciosidad de la vida.

Con todo es en Novecento donde Storaro alcanza la cima de su trabajo como director de fotografía junto a Bertolucci, en ella despliega todas sus teorías sobre luces, sombras y colores. Cada estación y tiempo de la película tiene una tonalidad propia que arropa también a los personajes de ese gran fresco que Bertolucci hace sobre los cambios socio-políticos que sufrió Italia entre 1900 y 1945.

En definitiva nadie nos ha enseñado París, Roma, la campiña de Parma como él. Revelando un misterio profundo y mítico del subconsciente popular italiano (La estrategia de la araña, El conformista, Novecento), desgarrando el rostro del hombre moderno y su desesperación (El último tango en París, La luna), hundiéndose en las tinieblas del poder (El último emperador), Storaro ha ido levantando un monumental trabajo, que no cesa de deslizarse entre luces y sombras, atravesando todas las fronteras prohibidas por las normas de la fotografía.